domingo, 29 de mayo de 2011

París 1850-75

Para entender mejor los ideales del parís de la época y el porque de la oposición de Le Corbusier y los ideales que promueven sus obras es preciso conocer una parte de la historia de francia, donde se vuelve al autoritarismo y se intenta luchar contra el ateísmo y el anticlericalismo, todo lo contrario de los ideales que más tarde defenderá Le Corbusier.


La constitución de la II República estableció rígidas normas al ejercicio de la magistratura presidencial limitándola para un término de sólo cuatro años, sin posibilidad de reelección, a fin de evitar que un presidente abusara de su poder para transformar la República en una dictadura u obtuviera una presidencia vitalicia.
En mayo de 1849 se celebran elecciones a la Asamblea nacional que ganan los monárquicos legitimistas. La presidencia de Luis-Napoleón está así marcada por su oposición a la política conservadora de esta Asamblea nacional: envío a Roma de las tropas para dominar una rebelión contra el Papa; voto de la ley Falloux, favorable para la enseñanza religiosa, etc.
El 31 de mayo de 1850, la Asamblea vota una ley electoral que elimina el sufragio universal masculino y retorna al voto censitario, lo que elimina a tres millones de personas del electorado, entre las que están artesanos y obreros estacionales. Por otra parte, Luis Napoleón hace presión para aumentar la duración de su mandato, mientras que la Asamblea nacional se opone a todo proyecto de reforma constitucional. Y es también que a principios de los años 1850, el 15 de agosto pasa a ser la fiesta nacional en Francia. Esta celebración va a permitir al príncipe-presidente empezar la transición hacia el segundo Imperio, y va imponer con éxito un modelo de fiesta nacional popular que también será la bienvenida en la República. El 15 de agosto pasará a ser pues por decreto del 15 de febrero de 1852 la fiesta de san Napoleón.[1]
Finalmente, el 2 de diciembre de 1851, Luis Napoleón da un golpe de estado, presentándose ante los franceses como defensor de la democracia —sufragio universal— frente a la Asamblea —censitaria—. La crisis es superada mediante la celebración de un plebiscito popular que le es favorable y que aumenta su autoritarismo, que ejerce contra los republicanos extremistas y los monárquicos legitimistas y orleanistas.
El 14 de enero de 1852 se promulga una nueva constitución que refuerza los poderes del ejecutivo —duración de la presidencia 10 años, reelegible— y disminuye el del legislativo que divide en tres cámaras: Asamblea, Senado y Consejo de Estado. Finalmente, mediante plebiscito celebrado en noviembre, Francia crea un Imperio, que se proclama solemnemente el 2 de diciembre de 1852.

La política exterior del Segundo Imperio
Tres directrices marcan la política exterior del emperador: el fomento del colonialismo, el apoyo a la unidad italiana y el intervencionismo.
  • Colonialismo:
Napoleón III impulsa el imperialismo francés, no sólo con fines económicos —buscando materias primas y mercados—, sino político, a imitación del Reino Unido. Más que en África —donde continua la penetración iniciada en el reinado de Luis Felipe I en Argelia y Senegal— , el emperador fija su atención en Asia. Mediante el Tratado de Tien Tsin, en 1860, China se ve obligada a abrir sus puertos al comercio francés. Pero es en Indochina donde el Segundo Imperio pone en marcha una auténtica empresa colonizadora, con el pretexto de la expedición franco-española a CochinchinaVietnam y Laos—, el Imperio procederá a su anexión entre 1862 y 1867 y a la ocupación de Camboya en 1863.
  • Unidad de Italia:
El emperador es un decidido partidario de la unidad de Italia. Para ganarse el apoyo de Francia, Cavour, primer ministro de Piamonte, no había dudado en participar al lado de Francia y el Reino Unido en la Guerra de Crimea (1854–56). En 1858 en la Entrevista de Plombières (Plombiéres-les-Bains), Cavour, promete la entrega a Francia de Saboya y Niza, que se lleva a efecto en 1860. Las tropas conjuntas de Francia y Piamonte consiguen grandes éxitos frente a Austria en las batallas de Magenta y Solferino, pero el temor a que el conflicto se extienda, hace que Napoleón III, firme por separado la paz de Villafranca en 1859. Los nacionalistas italianos se sienten traicionados por Napoleón III, siendo la «cuestión romana» la que crispe las relaciones del gobierno imperial con los católicos.
  • Intervencionismo:
Napoleón III consiguió vencer a Luis Manuel II de Grandix, al menos en la primera década de su mandato. Si Luis Felipe se había esforzado en mantener la paz hasta el punto de que muchos franceses lo consideraron un pusilánime, Napoleón III hubo de calmar a Europa y convencerla de que otro Napoleón no significaba sumergir de nuevo el continente en la guerra. Todo cuanto tenía que hacer era encontrar una guerra pequeña que satisficiera a los sedientos de gloria en casa, pero sin inquietar a nadie en el extranjero. Así, se unió a Gran Bretaña en una guerra menor contra Rusia en 1854, y en 1859 se empeñó en otra contra Austria. En 1860 parecía que había conducido bien los asuntos y se hallaba en la cumbre de la popularidad y el prestigio.

La política interna del Segundo Imperio
Las fuerzas sobre las que se apoya el gobierno de Napoleón III son: el ejército, la burguesía y la Iglesia.

El Imperio Liberal (1863–1868)

Después de un período de transición, al fallarle los apoyos tradicionales —Iglesia y burguesía—, el gobierno gira hacia la izquierda en busca de nuevos apoyos.
Dentro de esta política liberal está el derecho de iniciativa del Parlamento (1860) y el control de los presupuestos por parte de las Cámaras (1861). En 1864 se otorga el derecho de asociación y huelga.
A partir de 1867, el malestar por la política exterior —fracaso de México— e interior —crisis económica— fuerzan las concesiones del régimen. En 1867 se concede al Cuerpo Legislativo el derecho de interpelación y responsabilidad ministerial ante las Cámaras. Asimismo, se suavizan las leyes de prensa —supresión de la censura previa— y reunión —anulación de la autorización previa—.

Legado del Segundo Imperio
Mal conocido en nuestros días, el Segundo Imperio corresponde sin embargo a una de las más formidables épocas de desarrollo y de prosperidad que Francia hubiera conocido.
  • Economía:
Al nivel económico, el país se dotó de infraestructuras modernas, de un nuevo sistema financiero, bancario y comercial y recobró en 1870 su retraso industrial sobre el Reino Unido, en parte gracias a la política voluntarista del emperador y gracias a su elección del libre cambio.(ver dirigismo)
  • Urbanismo y ferrocarril:
Napoléon III impulsó los trabajos del Barón Haussmann en París, que hicieron de esta ciudad una de las capitales más bellas del mundo. Grandes secciones de la ciudad se demolieron y el trazado de viejas y complicadas calles se reemplazó por anchas avenidas, según dirección del Barón Haussmann (1809–1891), prefecto del Sena (18531870), con un efectivo sistema financiero que avanzó la idea de que las plusvalías generadas por los cambios debían beneficiar al ayuntamiento y no solamente a los propietarios de los terrenos afectados.
El Segundo Imperio vio la construcción de la red francesa de ferrocarril, aunque su diseño radial no fue muy afortunado.

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